Comprendiendo lo incomprensible










La vida es intrincada, idas y venidas, gente que se va, gente que vuelve y gente que no está nunca. Es saltar en un trampolín bajo el claro cielo de una primavera, es mantener la compostura ante situaciones complicadas, es mirar hacia delante teniendo en cuenta lo que hay detrás, es entender lo ininteligible, es comprender lo incomprensible.
















martes, 9 de octubre de 2012

Labios rojos

Este es un fragmento que escribí hace algunos días. No suelo publicar este tipo de textos, no es terreno tan seguro como mi poemario. Ni mi estilo de literatura, pero el cuerpo me pedía publicarlo.


Sin saber porqué, me despierto. Podría remolonear una hora más, entre las sábanas que me susurran tentadoras, perderme entre ellas y las páginas de alguna novela. La mañana es pesada y yo débil para aguantarla. Alcanzo aquella cuyos personajes me están prestando estos días retales de sus vidas, para sumirme en esa ensoñación, esa dulce fantasía. Una ficción que me acuna maternal y que arrulla con voz de terciopelo. Una ficción que me consuela de la monotonía de la vida gris. Los tacones de la noche anterior yacen olvidados en el suelo, fueron despachados con prisa, nunca he aguantado pasar largos periodos de tiempo calzada. Un vestido dejado caer sobre la silla observa a su dueña en su trance literario, los ojos concentrados, la piel blanca aun con las sábanas marcadas en ella. La noche anterior, él y aquella pensativa perezosa recorrieron las calles en busca de algo interesante, y aunque los adoquines eran los de siempre y las copas sabían a lo mismo, algunas risas despertaron la calidez en su cuerpo, esa que nos dice que  seguimos vivos.  Abandona mi mirada las titilantes palabras en las que me había sumido. Me levanto y me miro en el espejo. Restos de rimmel en mis pestañas y los labios todavía rojos. Me viene a la mente aquella vieja amiga que siempre se sorprende de lo que aguanta en mí el carmín, es como si nunca quisiese abandonar mis labios. Ahora, los labios rojos ya forman parte de mi idiosincrasia, como los vestidos demasiado recatados y el colgante del reloj.  El rostro en el espejo me sonríe. Me veo,  pero no me siento. La noche anterior irrumpe a tropezones en mi mente, esa sonrisa, él dijo aquello, ella me pidió el pintalabios... Parecían todos tan felices, diría que exultantes, en la plenitud de sus vidas. Y yo reí como ellos, yo sonreí y bailé como todos los demás, pero no llegué a sentir esa dicha ni a sonreír con completa sinceridad. Recuerdo aquella amiga abrazándome, el chico que me pidió mi número y el ritmo de una música alegre en mis oídos. Así, rodeada de mis amigos, de la gente a la que quiero, aun sentí un vacío. No lo llenarán las bienintencionadas atenciones de mis compañeras de andanzas, ni el júbilo del baile… Lo que me hace falta eres tú, seas quien seas.