Sé que el tímido destello de las luces de ciudad
Es apenas para las estrellas un guiño cordial.
Sí, lo sé, y aun sabiéndolo, en el fondo, no lo quiero creer.
Aquellas tintineantes bombillas refulgen con la fuerza
Que de su pequeñez se puede extraer.
Sacan temerarias de sus entrañas todo el esplendor
Que su fragilidad puede contener.
No pidas a las suaves lámparas que sólo saben alumbrar páginas
Que hagan suspirar a los astros por su belleza,
Pues éstos reirán disimuladamente su osadía.
Esos minúsculos destellos
Alzan su vulnerable mirada al altísimo cielo
Y lloran desde la profundidad de la noche su insignificancia.
La tenue lumbre de un candil jamás enamorará a una estrella,
Pobre ilusa y débil vela.